«Ponyo en el acantilado»



La última maravilla del maestro del anime japonés Hayao Miyazaki supone una vuelta al dibujo sencillo de sus orígenes, aprendido en la etapa en que el fundador de los estudios Ghibli trabajaba para series infantiles como «Heidi».

M. INSAUSTI | DONOSTIA

Dentro de la filmografía del director nipón Hayao Miyazaki, «Heidi» aparece directamente emparentado con «Mi vecino Totoro», digno exponente de la animación tradicional para niños. No quiere esto decir que «Ponyo en el acantilado» no vaya a ser disfrutada por los seguidores adultos del maestro, siempre y cuando admitan de entrada que el artista busca hacer un alto en el camino.

Lo necesitaba, porque «El viajer de Chihiro» y «El castillo ambulante» habían llevado al cineasta a unos niveles de exigencia técnica excesivos, así que para huir de tanto barroquismo incontrolado ha preferido refugiarse de nuevo en los recursos minimalistas que le otorga el cine.

Para crear al niño protagonista de su nueva película, llamado Sosuke, Miyazaki se ha inspirado en su hijo Goro cuando éste tenía la edad de cinco años. Es la manera nipona de reconciliarse con su heredero, al que criticó públicamente por su primer largometraje de animación «Cuentos de ultramar». En cambio, para diseñar a Ponyo está claro que se ha inspirado en el cuento clásico de Andersen «La sirenita»; como tampoco se pueden negar las referencias a Verne y a su Capitán Nemo contenidas en el personaje del mago marino Fujimoto.

Este último es el que mejor encarna la lucha entre las fuerzas de la tierra y del mar, al invadir el mundo del humano Sosuke para recuperar a su hija, la sirenita Ponyo.

Así, el cineasta japonés recrea una dimensión fantástica que contrasta con el realismo costumbrista con que ha sido dibujada la madre del protagonista, la cual trabaja cuidando ancianos.

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