Se viene el estallido
Tras una espera de casi cinco años, Bertold llegó a su edición nacional
Vivimos en la era de las burbujas económicas. En los ‘90, explotaron las “.com”, empresas de software que prometían ingresos fabulosos, aspiraron recursos a mansalva y, finalmente, fueron un fiasco. Hace nada, otro tanto sucedió en Estados Unidos. La especulación inmobiliaria dejó a bancos y empresas “cimientos para arriba” (por ser finos). Lo mismo sucedió en España, ahora en densos problemas financieros. Por si no bastara, hace años se viene anunciando otro “plop”. Esa crisis vendrá cuando las reservas de gas y petróleo se acaben definitivamente. Por ahí vienen los tiros en La burbuja de Bertold, primer trabajo en conjunto de Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, obra premiada en Francia y publicada también en España y Grecia.
La burbuja de Bertold narra la historia de un dirigente de la corporación que rige Butania, una ciudad patagónica sustentada en la extracción de hidrocarburos. El hombre nota que las reservas de gas están prontas a acabarse y pretende dar la alarma. Con su voz de alerta, amenaza la frágil estabilidad del sistema, que se sostiene sobre la exclusión y explotación de miles, en beneficio de los pocos de siempre. Por ello se lo condena a la amputación de sus brazos y piernas, castigo habitual en la ficción distópica que proponen Agrimbau e Ippóliti.
Bertold, el protagonista, queda así varado en una plaza de Butania, donde un tal Froilán lo recluta para su “teatro neumático”, una suerte de sala de títeres humanos y mecanizados, de movimientos computarizados, fijos y precisos. Desde esa aparente indefensión y con su voz y carisma como únicas armas, Bertold se lanza a una quimérica tarea.
El ambiente que imprime Ippóliti a sus páginas es una de las bazas del libro
La novela gráfica llegó en diciembre a las librerías merced a Historieteca Editorial, en lo que constituye su primer libro editado. La elección es ciertamente destacable. No sólo por los abundantes pergaminos que preceden al relato, sino por la manifiesta calidad y potencia narrativa de la historia.
Desde el guión, Agrimbau explora en homenaje a Bertold Brecht la posibilidad de una revolución a través del teatro. Queriéndolo, o no, desde la imagen de “burbuja” de Butania también aborda las sucesivas crisis económicas que vienen sacudiendo al capitalismo en los últimos 25 años, y el destino que está reservado a quienes objetan el curso de la materia. Destino que siempre dependerá de los intereses de dos o tres corporaciones si quienes protestan son lúcidos analistas (cuando sus propuestas son funcionales a sus intereses) o “alarmistas” cuando sus vaticinios muestran las fisuras del modelo.
Es en esa conjunción de imágenes y alusiones que se construye primero una base poderosa para la narración de la novela. Simbólicamente, a La burbuja de Bertold no le falta peso propio. Las propias experiencias argentinas respecto a las alucinaciones económicas colectivas no hace más que realzar la fuerza del relato.
La suma de ilusiones económicas y la revolución por el arte constituyen su base narrativa
En ese camino, Agrimbau encontró en Ippóliti a un enorme compañero creativo. Ante un guión difícil, el dibujante se luce y agiganta, representando con soltura las ideas de su compañero y dando volumen a la narración.
El santafesino imprime en sus dibujos una fortísima carga dramática. A ella llega por dos caminos simultáneos y paralelos. Por un lado, la construcción de ambiente. Butania es una ciudad ficticia, sí, pero es creíble. El lector puede pensar una vida en ella (de sufrimiento, miseria y privaciones, pero vida al fin) y hasta puede imaginar sus olores en esas calles sucias de hollín y desidia.
Por otro lado, Ippóliti se destaca con los rostros de los personajes. Hasta el último espectador de la obra que presenta el teatro neumático de Froilán (Leche de madre) tiene su propia cara, que transmite una personalidad y una vida propia. Quizás el mayor logro del dibujante sea trasmitir la sensación de que aunque no se la cuente hay una historia colectiva que atraviesa a cada muñequito de Butania y que la ciudad tiene un pasado.
Tras la lectura del libro recordamos que inevitablemente cuando la cuerda se estira demasiado, se rompe. Y en la burbuja, se viene el estallido.
Fuente: Cuadritos
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